En el marco del perfil de este blog, donde sostenibilidad es un comodín a conjugar con varios agentes, esta columna de Raúl Sohr es un muy buen acercamiento a temas que se nos vienen encima a gran velocidad. Generar conciencia en cuanto a la cantidad de CO2 de cada producto o acción que emite al ambiente es una tarea compleja y larga debido al tipo de sociedad que somos. Convencer a un tipo común y corriente de que la camioneta monstruosa que se comprará tiene un alto impacto tanto por la producción como en las emisiones de la misma no será fácil. Incluso la fabricación de una inofensiva bicicleta tiene una huella de carbono importante, sin embargo la diferencia radica en que el andar en ella es en sí una medida de mitigación a su producción. El libro "chao petróleo" es un excelente resumen de la situación actual energética a nivel mundial, sin complejidades teóricas y con una muy buena reseña histórica. Donde el tema de la huella de carbono es un capítulo vital para entender la dinámica en la economía de consumo de los años venideros. Lee la nota, los créditos al final.
Ya vienen las etiquetas del CO2
En Francia, a partir de 2011, la mayoría de los productos alimenticios exhibirán una etiqueta con su huella de carbono. Los proveedores deberán informar a los clientes sobre el volumen de dióxido de carbono (CO2) emitido en su producción.
Ya hay supermercados en Europa que lo dicen, pero la medida se generalizará como lo exige, en Francia, la ley Grenelle. Un ejemplo: un paquete de papas fritas genera una huella de 75 grs. de CO2. El resultado se descompone así: 40% en el cultivo y cosecha de las papas, la manofactura aporta 30% de las emisiones, el envoltorio suma 15%, la distribución y mercadeo 9% y, finalmente, la eliminación de la basura, 2%. A cada producto o actividad se le calcula la correspondiente huella. Ya se hace con automóviles, electrodomésticos y de modo creciente en la construcción. Así ha bajado la popularidad de ladrillos y baldosas, que requieren altos gastos de energía en su producción.
La huella de carbono es considerada una externalidad, una forma elegante de decir que nadie se hace cargo del daño que causa. Hoy, según los cálculos del informe Stern, un sólido trabajo de investigación comisionado por el gobierno Británico, cada tonelada de CO2 emitida causa daños estimados de 85 dólares (unos 44 mil pesos). Más información sobre las ideas de Stern en mi libro "Chao petróleo". Las proyecciones del informe son que este valor aumentará de forma exponencial a medida que crece el calentamiento global.
Medir las emisiones de cada proceso para etiquetar el producto es complejo. Hasta ahora ciertos supermercados han adoptado el método de observar el ciclo de vida del producto. Otra forma, más práctica cuando se trata de cientos de miles de mercancías, es calcular de forma genérica según los ingredientes, el transporte y el embalaje.
Al final del proceso las etiquetas tienen un propósito: convencer al comprador que prefiera el producto más ecoamigable. Según la experiencia francesa, donde ya publican la huella de carbono, los consumidores se guían ante todo por la relación precio-calidad. Los estudios dicen que 80% de los compradores ignoran la información sobre CO2. Claro que puede cambiar con campañas aducativas y si no dan resultado, ya hay quienes proponen agregar a los precios de los productos lo que corresponda al valor del CO2 emitido. Si un producto necesito 10 toneladas de CO2 para llegar a las góndolas, habría que sumarle 440 pesos a cada kilo. Así se busca incentivar a todos los actores, desde el productor hasta el vendedor, a bajar su huella de carbono. En Francia una cadena racionalizó su uso energético logrando una baja de 2% de sus emisiones. Un abastecedor reemplazó sus camiones despachadores y empleó, donde pudo, el tren logrando una baja de 20% en las emisiones.
Cualquier solución efectiva pasa porque la sociedad en su conjunto -productores y consumidores- asuma la tarea de bajar las emisiones, lo que ocurrirá cuando exista suficiente conciencia de la amenaza que representa el calentamiento global. Es probable que los eventos climáticos catastróficos vaticinados por los científicos obligarán a modificar las conductas de consumo. Los cálculos muestran que la tecnología será suficiente para bajar las emisiones y será insuficiente para bajar las emisiones y será necesario cambiar a estilos de vida menos dispendiosos. Esto se aplica en especial a los países desarrollados y a las clases adineradas de aquellos en vías de serlo.
Por Raúl Sohr.
Artículo publicado en portal Chile sustentable.
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