"El parque automotor de Antofagasta experimentó un salto de las 40 mil a las 49 mil unidades en el último quinquenio. Lo anterior plantea un serio reto para toda la vialidad urbana que aún mantiene calles y avenidas con más de 20 años de antiguedad. Asimismo la estrechez de las vías y la carencia de ejes estructurantes (salvo la costanera) contribuye a generar más congestiones y dificultades al desenvolvimiento cotidiano".
(estrella de Arica, Diario digital 03/11/08)
Antofagasta tiene una clara vocación automotor, la ciudad ha ido aumentando el tamaño y la cobertura de sus vías, lo que no es un pecado pero ciertamente se convertirá en un problema toda vez que el parque automotor crezca descontroladamente como lo revela el catastro de los últimos cinco años, de 40 mil a 49 mil unidades, que contrastado con una población aproximada de 320 mil habitantes resulta en un promedio de 1 auto cada 6,5 habitantes, osea, 15,4 vehículos por cada 100 personas, situación que nos ubica en la parte alta de la tabla, superando incluso a ciudades como Santiago y Valparaíso. Estos números sólo nos sirven para subrayar que el grueso de la inversión víal va destinada a la circulación de automóviles y obviamente justifican el enfoque de las inversiones, sin embargo no debiera ir en detrimento de otros medios para transportarse como es la bicicleta y el desplazamiento peatonal.
Por otro lado Antofagasta adolece de otro fenómeno necesario de describir. No es un secreto que los conductores de vehículos tienen un alto grado de irritabilidad y agresividad al volante, a lo que sumamos el desconocimiento y desacato de las normas del tránsito, pudiendo observar atrocidades al circular por cualquier punto de la ciudad, con particular mención de lo que acontece en las calles céntricas. El respeto por la señalética o semaforización es deficiente por decir lo menos, lo que acompañado de una inexistente fiscalización transforma a esta urbe en una jungla en determinados horarios y días. La especialidad de la casa: los cientos de vehículos estacionados en las aceras o en lugares prohibidos, obstaculizando y restando espacios al desplazamiento peatonal ante la pasiva mirada de la gente y autoridades policiales.
No es menester nuestro explicar las razones de tan agresiva y generalizada conducta de los automovilistas, pero sí debemos preocuparnos por ser actores relevantes de una concientización de la ciudad que apunte al respeto por ciclistas y peatones, y por cierto entre los mismos conductores. Educar e informar a cómo comportarse en las vías de desplazamiento no será tarea fácil ni exclusiva nuestra, hay que trabajar para hacer partícipe a los distintos entes involucrados, y en conjunto abordar el tema.